Sus páginas narran la historia de una niña llamada Renata, sus raíces como árbol de almendro y el inevitable ciclo de su transformación. Aún sin adivinar la inspiración detrás de la ficción, no es difícil reconocerse en el efecto simbólico de las Termitas que describe Daniela Pabón. Sentirnos llenos de entes que forman una colmena de enmarañados caminos, trazados con pequeños pero voraces mordiscos. Pero la historia tiene cuidado en recordarnos que las termitas son seres incomprendidos, hormigas mal dibujadas. Ellas no están para hacer daño si no para responder a su papel natural como depredadoras y transformadoras. Al igual que los universos personales se expanden con experiencias acumuladas, no existen dos colmenas de termitas iguales.